El primer cacho de pizza del profesor Xavier

La noticia es de hace algunas semanas: el actor Sir Patrick Stewart, célebre por aparecer en el papel del profesor Charles Xavier en la saga cinematográfica de X-Men -entre muchos otros trabajos-, colgó una foto desde su perfil en Twitter en la que aparece comiendo lo que dice que es el primer cacho de pizza de su vida. Espeluznante. Más tarde, pareció aclarar que no es que fuera la primera pizza de su vida, que era la primera vez que pedía un cacho -traducción libre y divertida que hago de “slice”- en un restaurante.


Es probable que haya millones de personas que jamás en su vida hayan probado una pizza, ambrosía del Olimpo de los solteros y base de la dieta de todo individuo al que pueda llamar “amigo”. También es creíble que haya mucha gente que se lance a hacer cosas triviales cuando se da cuenta de que ha tenido tiempo para todo en su vida pero que nunca ha bebido Coca-Cola sin cafeína y sin azúcar. Así que decidí escribir una entrada del estilo “no importa que te hagas viejo o que te sientas fuera de lugar porque siempre hay cosas nuevas por descubrir”.

Pero entonces seguí buceando por internet hasta que di con un vídeo de Patrick Stewart que no tiene desperdicio. En él, Stewart se muestra comprometido con las mujeres que han sufrido la violencia de género. Me quedé con un par de frases, así os ahorro el visionado a quienes no tengáis tiempo o a quienes no dominéis la lengua de Shakespeare. La primera idea es que “la violencia no es nunca jamás la elección que se debe tomar”. La segunda, que “las personas que más podrían hacer para mejorar la situación de tantas mujeres y niños son, de hecho, los hombres; está en nuestras manos parar la violencia contra las mujeres”.


El actor dice que apoya a organizaciones de asistencia a víctimas de la violencia machista porque no pudo ayudar a su madre cuando estuvo en la misma situación. No obstante, su afirmación sobre el papel que tenemos los hombres en la erradicación de los malos tratos sirve para todos y es una actitud que todos estamos llamados a abrazar. Querido lector: si la violencia de género siempre te ha parecido algo vomitivo pero nunca has alzado la voz en contra porque la cosa nunca te ha afectado directamente, que sepas que nunca es tarde para comer tu primer cacho de pizza.

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Pablo was here

Nos obsesiona que no quede nada tras nuestra vida que atestigüe que la hemos vivido. En ocasiones dejamos un hijo -o un puñado de ellos- y, en otros casos, dejamos deudas, pero siempre queremos una huella indeleble que permanezca aquí cuando nosotros estemos criando malvas.

El amigo que os traigo hoy se lo ha tomado muy en serio. Según he podido leer en una de mis visitas a Now, un adolescente chino ha escrito algo así como “Ding Jinhao was here” en el templo de Luxor, Egipto. No os puedo asegurar que diga eso la inscripción porque no sé leer chino. Ni tradicional ni simplificado.

Comparaciones con el Ecce Homo de Borja aparte -que no se merecen, más que nada por la calidad artística de las víctimas-, me parece grave pero tampoco incomprensible. El ser humano se ha pasado toda su existencia construyendo sobre sus propias ruinas, borrando las huellas de otros y marcando las suyas bien hondo, para que duren hasta que llegue el siguiente ególatra de turno y las elimine. Cuanto más tarde, mejor, claro.

Footprints

Como buen exiliado, yo me conformo con poco; en este caso, también. Siempre he pensado que lo único que sobrevivirá de mí será la memoria de los demás. Sus buenos y sus malos recuerdos serán lo que prevalezca, por más que me haya empeñado en comerle el tarro al todo el mundo. Por eso siempre les digo a los colegas “dales recuerdos de mi parte” cuando van a ver a amigos en común. No es una expresión hecha; al menos, no en mi caso.

A ver cuándo vuelvo a España a saludar a los amigos. Recuerdos para todos desde aquí. Pablo was there.

(Imagen de andy_5322 - Flickr)

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Únicos

Hay palabras que, de vez en cuando, me revelan contradicciones. La de hoy es "únicos". Me inquieta bastante que "único", un adjetivo que sirve para catalogar algo genuino, original, aislado y decididamente positivo, separado de todo lo demás que no existe, pueda tener un plural. Que algo cuyo par sea inconcebible tenga compañía con sólo ponerle una ese. Pero lo que más me gusta es que ese mismo plural contradictorio, que viene de un concepto tan solitario, sirva para construir una de las identidades comunitarias más fuertes que puede haber. "Somos los únicos que quedamos con vida en esta nave"; si me lo dice a mí, créeme que me voy con Sigourney Weaver en Alien, el octavo pasajero hasta el final del universo, aunque me caiga mal o tenga cara de tramar algo. Siempre me ha parecido una tipa de mirada siniestra.

Todo esto lo pensé cuando estaba viendo que el 92 % de los smartphones vendidos en España entre diciembre de 2012 y febrero de 2013 funcionan con Android. Hasta los que tenemos Windows Phone sabemos que miles, millones de personas tienen el mismo modelo de móvil que utilizamos. A primera vista, a no ser que le hayas puesto una funda de ganchillo al trasto o le hayas rayado la carcasa, el cacharro es indiferenciable. Sin embargo, no podrías casi ni hacer la o con un canuto con el móvil si no es el tuyo.

Filming Sky?

Porque, claro, estos aparatos tienen contraseñas. O tienen aplicaciones que has personalizado. O tienen redes wifi que has guardado. O tienen los iconos puestos en un lugar diferente. O están en otro idioma. Eso es lo superficial, lo que es más fácil apreciar. Pero los móviles también saben lo que te han de mostrar cuando buscas algo en Google, que para eso han estudiado tu comportamiento; incluso Facebook tiene un filtro bastante listo que te ahorra el trámite de ver las actualizaciones de gente que no te importa demasiado. Qué alivio.

Eso, señoras y señores del jurado, es la leche. Un puñado de pulgadas intuye -ojo: más o menos- lo que queremos, conoce nuestras preferencias sin que se las tengamos que haber dejado manifiestamente claras. Es como si nuestra amante supiera cuál es nuestra camisa preferida o cuáles nuestros calzoncillos de ligar. Hemos -han- creado el amor sintético, la muñeca hinchable intelectual, apéndices que, con el tiempo, se convierten en únicos para cada uno de nosotros.

Otro día escribiré sobre el gran problema que esto plantea: que sepan demasiado de ti y te espíen, como si una desconocida analógica, de la vida real, te empezara a acosar. Pero eso lo dejo para más adelante, que cada vez que escribo más de dos párrafos, me entra la nostalgia y me deconstruyo.

(Imagen de Thomas Szynkiewicz - Das Fotoimaginarium en Flickr)

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