Archive for 2011

Estadísticas de internet II. Hoy: estocástica del follisqueo


Perdón por utilizar una palabra tan fea en el titular, así llamo vuestra atención y hago que leáis otra birria de entrada. Resulta que en uno de mis muchos viajes por internet he llegado a Badoo. No, no tengo cuenta ahí. Todavía. Pero mi paseo me ha hecho darme cuenta de que hay un montón de gente que sí tiene un perfil. Exactamente, 132.873.751 personas -y subiendo- la última vez que he mirado el contador que aparece en la parte superior de la página; 11 de ellos también están entre mis 283 amigos de Facebook. Porque claro, si vinculas tus cuentas de las redes sociales, pues pasan estas cosas. Pero vamos, que no voy a hacer coñetas porque es algo completamente normal; de hecho, me gusta que se hayan hecho una cuenta.

La versión española de ese maravilloso invento llamado Wikipedia dice en la entrada de Badoo que la plataforma “es una de las 300 webs más visitadas del mundo” y que tenemos 16 idiomas para hablar con esos más de 130 millones de personas de 180 países diferentes. Y la respuesta es: sí, existe badoo.com/dating/china/. Por cierto, que es una red social de las de conocer a gente, que no lo había dicho. Una entre las bastantes que hay.

Push button for sex

El 29 de enero hice esta noticia. Me comentaron que Badoo tenía en España 6 millones de usuarios. Una auténtica barbaridad. Gigantesca barbaridad. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), durante el año 2010 hubo 170.815 matrimonios en España. Puede que en total haya más de 6 millones de personas casadas en España. Pues imaginaos las vicarías llenas de unos eventuales 3 millones de parejas más.

Imposible, eso nunca va a pasar, es cierto. Pero paraos a pensar en los 6 millones de personas que tienen una cuenta. Hombre, puede que sean menos, es verdad, pero aún así son una legión de personas que quieren -aquí vienen tres símiles aptos para todas las edades- hacer casa en el parchís, que quieren meter el trozo de pan en la fondue, que quieren preguntarle la hora a un viandante. O no, vamos, que allí la gente hace y dice lo que quiere. También pueden ir a hacer amigos; aquí no prejuzgamos a las personas ni a los bytes.

Habrá algunos que buscarán algo más romántico para sus vidas; otros, simplemente lo que les puede aportar una noche con alguno de los usuarios; otros, movidas en plan leather o algo así. Otros, amistad, vale. Pero a las claras queda que, al margen de lo que quiera o busque u opine yo, internet ha vuelto a demostrar que, gracias a él, la oferta y la demanda se encuentran. En esta ocasión, con erótico resultado.

Ya, la frase del final era fácil.

(Imagen de Chris Chan, "crazytales562" - Flickr)

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La Holanda de Adele


Como hoy me he cogido fiesta, os voy a deleitar con otra entrada en el blog, la segunda en menos de una semana. Me ha surgido a colación de un tweet que publiqué esta semana en el que explicaba lo llamativa que me parece una de esas movidas que suceden en internet. El fenómeno en cuestión es un vídeo de Adele en el que canta "Someone Like You" durante una gala. Que ya ves tú.

No es ni su mejor vídeo ni la mayor obra de arte que ha visto la historia de YouTube, tampoco es la releche más molona desde que se creó internet; es otro ejemplo de lo ancho que es el mar. Pues bien, en el tweet decía que el vídeo, ese vídeo, esa canción, había tenido 72 millones de reproducciones. En menos de una semana, esa cifra ha subido un millón hasta los 73 millones de visitas. Para que se pueda hacer una comparación, estoy escribiendo esto en Sigüés, la localidad pirenaica en la que nació mi padre, que a su vez está muy cerca de Esco, pueblo en el que nació mi madre y que Franco decidió vaciar. Resulta que en Sigüés, ahora mismo, estamos menos de 100 personas, "menos de 70" según mi padre.

Adele Vector Portrait

Ya sé que me vais a decir "pues 73 millones de visitas no es tanto: mi página tiene más" -por favor, leed esa frase con entonación de mala baba-. Pues no. Sentémonos a pensar. Es cierto que cada una de esas visitas no es una persona, yo he visto el vídeo unas 3 ó 4 veces y no cuento como uno sino como 3 ó 4 clicks. Asumamos, por poner un número, que la gente lo ha visto una media de 4 veces (habrá un puñado de frikis que lo habrán visto 100 veces y miles de personas de a pie que sólo se habrán pasado una vez por allí). Si dividimos 73 entre 4, el resultado es que el vídeo, según la Regla Mágica del Doctor Bronte, lo han visto 18,25 millones de personas. Una vez más, recuerdo que es una suposición, que no sé las estadísticas concretas de reproducción que tiene YouTube ni esta pieza en concreto.

Según la CIA, Holanda tiene una población de 16,8 millones de personas, un millón y pico menos que toda la gente que, según la Regla Mágica del Doctor Bronte, ha visto el vídeo de Adele. Si cada click fuera una persona, el vídeo lo habría visto más gente de la que hay en países como España, Italia, Reino Unido o Francia; 73 millones es el 14 % de la población de la Unión Europea, según las mismas fuentes.

Hemos llegado al punto al que os quería llevar: imaginaos ahora que Holanda estuviera llena de Adeles. Adele por aquí, Adele por allá... "Hola Adele - hola Adele, cómo estás - venía a por la baguette de todos los días - muy bien, son 1,10 Adeles" etcétera, etcétera, etcétera. Ni Casa de Orange-Nassau ni leches: allí reinaría Adele y presidiría el gobierno Adele. Todas las personas serían Adele. Todas, sensibles y polifónicas ellas.

Así que, señoras y señores del jurado, cuidadín. Como a todos los músicos, la piratería le hace daño a Adele. Bueno, le hace más daño el asunto este que ha afectado a su garganta, tal y como explicó Efe hace una semana. Pero la chica comenzó colgando sus canciones en MySpace. El vídeo de YouTube del que llevo escribiendo unas cuantas líneas ha sido reproducido 73 millones de veces, lo que podría mover a mucha gente a ir a sus conciertos, especialmente después de ver el chorrazo de voz que tiene en directo. Además, tal y como recogió Efe, su último álbum, "21", la ha convertido en la artista con más descargas de iTunes en Europa. Cuestionar lo que ha hecho internet por el futuro de esta señorita y de muchas otras personas está perseguido por las leyes de la Holanda de Adele.

(Imagen de "Vectorportal" - Flickr)

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French spoken here

Entre las pocas virtudes que tenía de chiquillo, hablar francés era una. Tengo varios papeles que acreditan todo lo que estoy escribiendo, que conste. Sin embargo, en los últimos años me he interesado más por el mundo anglosajón y en mi viaje a París he corroborado que entiendo a la gente pero que me siento más cómodo hablando en inglés. Siempre me ha gustado más.

Pero todo eso da igual. Historia verídica: cuando iba en el RER de Versalles hacia París, resulta que se me cayó el Samsung Galaxy –véase, mi teléfono con todas mis cosas que, por lo tanto, vale lo mismo o más que yo-. Aquí salgo posando con él en la App Date de octubre. Os adelanto que lo sigo teniendo porque una mujer muy amable lo recogió y me lo dio. Ella no era francesa y avisó a un lugareño que tenía detrás de mí para que me pellizcara porque no le oía cuando me llamaba, yo tenía los cascos puestos. Todo acabó con un “oh, merci” que bien podría haber sido un “mecagüen el copetín, muchas gracias maja, me acabas de salvar la vida”, seguido de un besico en la frente. En otros capítulos os explicaré cuán importantes son los trastos tecnológicos para mí, algo que podéis adivinar en el presente párrafo.

paris in b&w 3

De cualquier modo, el movris acabó en mis manos sin intercambiar palabras. No fue en francés ni en chino ni en inglés ni en castellano, pero las tres personas fuimos capaces de organizar un pedazo de Tratado de Versalles de la leche; Wikipedia dice que ha habido otros seis, pero eran bagatelas en comparación con esto. En fin, que el episodio en general es, desde el punto de vista comunicativo, un escenario win-win. Un prodigio de la semiótica. A buen entendedor, pocas palabras bastan.

Final feliz, sí, pero los tres habríamos acabado hablando en francés si me hubiera quitado los cascos, lo que me habría dado mucha vergüenza. Me acabaría acostumbrando, claro, si tuviera que emigrar, tal y como están haciendo muchos miles de jóvenes españoles. Esa gente ha puesto un cartel en sus chiringuitos que reza “French spoken here” o algo parecido para demostrar que siempre hay un plan B, muy importante si el plan A sigue haciendo las cuentas en pesetas y cree que internet sólo sirve para el porno. Afortunadamente, el ser humano es bueno y devuelve a sus dueños los móviles que se suicidan desde los bolsillos de los turistas. Afortunadamente también, podemos decir muchas cosas con y sin palabras; espero que eso no nos lo quite ningún cartel ni ningún exilio.

Gracias, Cris, por hospedarme. El euro resistirá. Y si no, pues ya nos buscaremos la vida.

(Imagen de "opethpainter" - Flickr)

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Abróchense los cinturones que tenemos turbucrucigramas


Os voy a abrir mi corazón: las limas de uñas me dan escalofríos. No he dicho repeluco: va más allá. Me estremezco sólo de pensar en esos ásperos instrumentos de cartón rojo y blanco para la tortura ungular -y, sí, ahí va la palabra chunguilla de esta entrada-. No echo espuma por la boca cuando las veo, pero dadle tiempo a mi cuerpo a que se estropee.

Las historias que cuento nunca salen de la nada; de hecho, suelen tener que ver con viajes. En este caso, lo que sucedió fue que, en el vuelo de vuelta de Florencia con una compañía low-cost de las que diseñan los asientos para erosionar tu menisco y modificar así los caminos de la evolución natural de la especie humana, había una chica dándole a la lima. Además -apunte totalmente relevante-, estaba ocupando un asiento de ventanilla. Incluso diría que, pese a que las plazas no estaban asignadas, estaba en MI asiento de MI ventanilla. Me gusta mirar por el tragaluz del avión cuando atardece porque soy muy teatral y bastante crepuscular.

Intenté tranquilizarme con una transacción simple: El País, 1 euro y 20 céntimos. En realidad, suponía una oferta que no podía rechazar porque era domingo y entonces va más caro; soy un ratilla. Me mantuvo ocupado todo el vuelo porque mientras estaba en Italia, Silvio Berlusconi había dimitido como primer ministro. Pero esa no era la función principal del diario, ya que me lo agencié convencido de hacer el crucigrama que siempre atesora en su interior.

Happy Puzzle

Me aficioné durante la universidad a esa guarrada cuadriculada que ingenia todo los días un tipo -o un oscuro colectivo- que se refugia detrás del nombre de “Mambrino”. En mis ratos libres de entonces me dedicaba al asunto de “Volcán de 7 letras en el 6 vertical: Vesubio”. Al final me duraban poco porque pillaba las intra-coñitas que hace el autor y sabía por dónde iban los tiros.

Pues bien, ni siquiera comencé el crucigrama durante el vuelo, como llevo haciendo algún tiempo. Y no pasa nada, porque creo que esto va de cambiar de costumbres según el guión lo requiera. Para ver si me acuerdo del guión, esta noche me pongo con el crucigrama, una actividad nada digital que me va a distraer de la rutina de bits y bytes. Ya os contaré si me lo he acabado mañana por la mañana -bueno, esto lo estoy escribiendo por la noche pero lo saco al día siguiente, así que la referencia temporal es un poco cacas, sobre todo si se tiene en cuenta que la diferencia entre una actividad y otra es de horas pero aquí sólo hay una línea de diferencia-.

Sí, me lo he acabado. Tengo documentos gráficos. A ver cómo escribo el guión de hoy.

(Imagen de madmolecule - Flickr)

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Hablemos de Twitter, carajo


Domingo: un maravilloso día para no hacer nada importante, como hablar de Twitter. Tengo doscientos-y-pocos seguidores, muchos de ellos son amigos y conocidos, así que no soy una gran estrella. Pero veía necesario hablar un poco del tema. Nunca he ido a ninguna quedada de tuiteros famosos, son para gente importante y/o para los que toman partido por algo. Tengo mucha menos iniciativa.

Para lo que sí tengo iniciativa es para escribir sobre lo loca que está la gente. Me encanta Twitter, pero hay un montón de tipos ahí fuera que gastan su tiempo en darle al F5 para que su timeline se llene de las cosas que a nadie le interesan, excepto a ellos. Siempre me han caído muy mal los que no salen de la aldea global en todo el día y prefieren su vida virtual a hablar con sus amigos, su familia o sus mascotas. Es como si Dragones y Mazmorras no nos hubiera enseñado nunca su sangrienta y triste lección de vidas que se han ido por el sumidero.

No obstante, reconozco que Twitter es lo mejor de internet en el capítulo de redes sociales, muy por delante de Facebook. El otro día hice una noticia del jefazo de Vente-Privée, Jacques-Antoine Granjon, que aseguró que a Facebook se va a hacer exhibicionismo. Dice mi amigo @LeanBC -amigo de la realidad, amigo mucho más tarde en la red social del pajarico- que a Twitter se viene a dar pena, así que nada de tener vidas interesantes.

Twitter

Incluso, me da de comer muchos días. Como sabéis, soy periodista en la sección de Tecnologías de un importante y deslumbrante medio de comunicación. Twitter forma parte de mi maravilloso y cojonudo trabajo, que no cambiaría por nada del mundo. La verdad es que creo que he escrito decenas de noticias sobre el sitio este.

Por Twitter se puede hablar de trabajo -incluso, conseguirlo, dicen-, se pueden hacer coñas de Los Simpsons con tu hermano a quien hace semanas que no ves, se pueden gritar las tonterías que se te ocurren y te pueden quitar el blog por ello, como le pasó a Vigalondo -sensu stricto, la cosa es mucho más complicada, creo; estaría bien que él mismo os lo explicara algún día-. La leyenda también dice que se puede ligar; reconozco que he tirado piedras, pero es como toserle a un gigantesco estornudo. Para follar ya está Badoo. Ahora que lo digo, debería hacerme cuenta, cuán superficial y frívolo soy. En fin, esperemos que Twitter sirva también.

Lo mejor de todo es la gente que va y escribe sus cosas bajo seudónimo. Son los auténticos triunfadores de Twitter. Mis favoritos, Pamplinero, Hematocrítico y Masaenfurecida, que tiene pinta de que son varios.

Pero lo que es la releche es que siempre te echas unas risas; viene bien para los domingos. Por favor, no os hagáis Twitter que acabaréis como yo.

Si vuelvo a escribir sobre Twitter, comentaré un poco más la fauna del lugar, I swear.

(Imagen de Jeff Turner (respres) - Flickr)

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Va un tío por Eindhoven con un diapasón y

He estado en Holanda por trabajo y he dormido un día allí, si se le puede llamar dormir a quedarse traspuesto durante, aproximadamente, 40 minutos. Me pasa bastante en los hoteles. Sí, en esos sitios con camas más acogedoras de lo que jamás será la mía.

Amigos, no hay ninguna moraleja ni ninguna conclusión para la historia, no tengo ni idea de por qué no me duermo. Simplemente, pasa siempre. Ni valeriana, ni una caña, ni bombones, ni un libro tostón. No funciona nada. Los primeros minutos del día siguiente parezco atropellado, pero luego estoy mucho más concentrado y lúcido de lo normal. La privación del sueño, resulta que es un estimulante para mí. Evidentemente, en la hora a la que estoy escribiendo el post -23:58 del 27 de septiembre, ahora mismo-, permanecer despierto es todo un alarde.

Tampoco hay ninguna razón que salte a la vista. Tener trabajo importante al día siguiente no es un motivo relevante: muchos días sé que voy a manejar un follón gordo y, aún así, como un bebé. Dormir fuera del hogar tampoco suena a factor convincente ya que mi hogar es, desde que me fui de casa, un sitio en el que duermo; a veces, incluso tardo meses en decorar mi cuarto.

Lo otro que me sucede es que cuando duermo mal, sueño, y es exactamente lo que me ha sucedido en esos 40 minutos. He tenido un sueño en el que aparecía dando vueltas por Eindhoven con sonrisa de pilluelo y un diapasón en la mano porque resulta que todas las campanas de la ciudad estaban afinadas en el mismo tono. Y allí estaba yo, de transeúnte alquimista de megahercios, fatal de la azotea.

Algo que no es tan extraño si tenemos en cuenta que cada hora y cada media oía las campanas de la iglesia del Heilig-Hartkerk, que tenía justo en frente de mi chabolo. Moraleja: si me veis dormido, contadme historietas y a ver qué pasa. A dormir, copón ya.

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We are sorry, but this feature is only available in the US


Una gran frase, muy utilizada en blogs de empresas de internet. Lo que quiere decir en realidad es “os jodéis, snobs europeos”. Son un montón de cosas tecnológicas las que llegan tarde -o incluso, las que no llegan- al mercado comunitario, pero también las cosas de la tele.

No tengo televisor en casa. Cuidado, que no soy uno de esos listillos que se las dan de guays y arrastran por sus blogs sus plúmbeas palabras. Bueno, un poco sí. Pero no estamos con eso: si tuviera TV, la vería. Soy un animal de salón, todo el que ha convivido conmigo lo sabe. Pero es que me da pereza, en primer lugar, hablar con la dueña y, en segundo lugar, poner la tele; ya sé lo que me voy a encontrar.

glowinthedark_wc

Para las noticias, además de las cosas de internet en las que siempre estoy, ya tengo los teletipos y el 24H puesto en el trabajo all day long. Películas sí que ponen de vez en cuando, por eso no me importaría tener tele. Pero, ¿series? Las hacen en Estados Unidos y no las compra ninguna cadena generalista en España. A nadie le interesa pagar un camión de oro por los derechos de emisión de algo cuando puede poner a -como si fuera el circo- un montón de payasos haciendo malabares. Malabares de mierda con la mierda de otra gente. Al fin y al cabo, los espectadores son de perfil bajo, no quieren nada más.

Subestimamos al televidente. The Walking Dead: éxito de audiencia en prime time en España. Después, nada. Parece que esa genial idea de exhibición quedó como un oasis testimonial en una parrilla débil, lastrada por unos medios titánicos pero con pies de barro, que padecen los achaques de una crisis económica eterna. No hay pasta y parece que no la va a haber durante un tiempo. Así que no habrá series de primera calidad, a no ser que alguien dé la campanada. Desde luego, que nadie espere series de calidad españolas porque that feature is only available elsewhere.

Todo esto viene a cuento de...

(Imagen de Maurits Knook - Flickr)

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“¿Es la granja de Playmobil?”


“JUAJHEJA sí, aquí es”. Me sé de memoria el anuncio de la granja de Playmobil, me dí cuenta haciendo un revival en YouTube uno de estos días. Creo que, de hecho, podría reproducir las pausas de respiración del spot, si es que los conjuros satánicos como ese se pronuncian con pausas de respiración. Creo que el anuncio es el primer inception que sufrí en mi vida; luego llegarían los Simpsons con las conversaciones indelebles que me sé de pe a pa.

Ese espantapájaros es un recuerdo durmiente en mi memoria -con perspectiva, he de decir que es una imagen un poco desagradable, el personaje en cuestión tiene un aire de histrión perverso que te cagas-. El problema es que, de no haber hablado con alguien del tema, el bicho habría pasado desapercibido hasta el día de la muerte de cualquiera que estuviera en mi lugar. La conclusión es que la mente de un ser humano está todavía a una distancia inmensa de la de un Jedi.

Washing machine or your life...

No sé vosotros, pero la mayoría de cosas en las que pienso son ensoñaciones y proyecciones hacia el futuro sobre el mundo y yo. He conseguido que esas historias no me distraigan cuando hago cosas importantes, pero cuando mi mente descansa un momento, entonces vuelven a la carga. Si nadie me habla, veo cosicas. Porque en vez de cerebro tengo una hormigonera de esas que te despiertan a deshora por las mañanas. Hay gente que hasta ha oído la hormigonera funcionar.

Ahora veo un futuro en el que alguien preguntará “¿es la granja de Playmobil?”. Puede que ese momento no se produzca este año ni esta década pero, demonios, espero estar allí y conservar mi memoria para contestar.

(Imagen de barockschloss - Flickr)

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FML


Llevo unos días instalando todo lo necesario para funcionar con Ubuntu en mi ordenador -aprovecho para pedir discuplas por la bajada en la cadencia de publicación del blog-. Como algunos ya sabréis, Ubuntu es una versión de Linux, un sistema operativo libre y por el que no hay que pagar. Tiene ventajas e inconvenientes, todos provenientes de que es muy técnico: con unos pocos comandos te puedes instalar lo que sea a la velocidad de la luz, pero más te vale que esos comandos estén bien. De lo contrario, llega el momento “FML”.

Mi obligación como periodista de un medio generalista es hablar de la tecnología como un “outsider” para poder llegar a un número máximo de lectores, pero con esto de trastear todo el día por internet, aprendo cosas nuevas. Entre las más maravillosas que he cogido al vuelo estos días está FML. Son las siglas de “Fuck My Life!”, lo que viene a ser una de las expresiones más bellas de la resignación humana.

Trendy Fucks

El mero hecho de que exista la expresión FML como una institución dentro de la jerga de internet da para pensar. Uno: vaya panda de geeks colgaos que deciden totemizar algo tan bobo. Dos: cuántos FML has sufrido, querido lector, a lo largo de tu vida, que no han estado bien etiquetados en tu cabeza. Ahora, cada vez que charles con los colegas te darás cuenta de conversaciones FML y tendrás una batería de comentarios preparados porque, qué demonios, al enterarte de que existen estas siglas ya has pensado en todas las veces que has hecho el monólogo interior “joder, lo que me ha pasado, fuck my life”.

Pido disculpas por hacer un artículo divulgativo sobre algo que muchos ya conocéis, pero tengo que compartir esta sabiduría. Así que ahora, queridos hermanos en la fe friki, cada vez que piséis una mierda, gritad “fuck my life!”. Si estáis muy apurados por las circunstancias adversas, espetadle un FTW -”Fuck The World!”- al karma, pero yo veo mucho mejor concentrarse en el clásico y trágico “mecagonmiputavida”. Por eso, cuando se os acabe la tinta del boli, el wifi se os reviente o vuestra novia os diga “tú sabrás”, pensad en las tres letras mágicas de FML.

(Imagen de bixentro - Flickr)

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Ponedme a parir

Os adelanto que Bronterías ya admite comentarios y reacciones. Se ven un poco mal, pero es porque me interesa muy poco lo que penséis de mí.

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De comedias románticas que mosquean

Mi amigo Anuar, con el que no hablo desde hace tiempo y quien merece por ello un buen uppercut, dice que Bronterías tiene un tufillo nihilista que le mola. Me alegro y, es más, estoy de acuerdo con él; sin que sirva de precedente, merengón. Pero creo que detrás de todo el "nihil" fragante que dejo por aquí, algo hay.


Le he estado dando vueltas estos dos días en mi viaje-relámpago-blitzkrieg a la última peli que vi, "Beginners". Fue en el cine porque, como sabéis, ando corto de portátiles, pese a dedicarme al mundo del periodismo de los unos y los ceros. Al lío: estuve frente a la típica película de chicoconocechica, pero bien llevada.


Chico diseñador con un trabajo molón pero que es un poco pringao. Chica actriz que viaja mucho y que dice que antes, lo de ir de hotel en hotel le ponía -traducción del "excite" inglés a mi manera-, pero que ya no le va tanto ese ritmo de vida. En Londres me acordé de la tipa por lo del hotel, pero luego me vi más en el pellejo del tipo, salvando las distancias con Ewan McGregor.


Si existe el precedente, que yo llamaría SUPERPODER, de la nula capacidad para acompañar a una joven vagabunda en su peregrinación por el mundo, las comedias románticas dan materia prima para mosquearse. En el fondo, es autocomplacencia del estilo "oh, si ese tipejo puede, yo también conseguiré que una chica guapa y divertida esté a mi lado; soy mucho más ocurrente y los guionistas no me han puesto en tan mal sitio como a él".


Y así, señoras y señores del jurado, es como funciona esa pequeña felicidad típica del día a día. Es la consciencia de estar escribiendo un buen guión lo que te pega a la Olivetti. Una historia que acabará en una gran traca de final feliz con pañales y que, entre medias, tendrá un montón de concupiscencia y entradas ñoñas al blog por las que tienes que pedir perdón. Especialmente a Anuar, que es el que lo lee con algo de frecuencia.


No más posts sentimentales, que los tengo que reescribir muchas veces porque soy muy machote y me mosquean. El próximo se titulará "cómo sería Pablo si fuera un vaquero o un motociclista asesino". Ese sí que promete.

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Nada

No escribo nada porque no tengo ordenador. Espero volver a tener uno y ya entonces, si eso, os dejo unas palabras.

Gracias y perdón.

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La bajona no perdona

Es un hecho. Es como una fiebre que se apodera del ánimo humano. La bajona; tanta historia de avances científicos y todavía no hemos descubierto una cura. Una cura que no tenga forma de pastilla de ibuprofeno 600, quiero decir.

Es normal que estemos de mal rollo después de la alegría. En mi caso, es el asunto de las vacaciones, que se me acaban mañana y el martes vuelvo a trabajar. He de decir -escribir- que las he aprovechado al máximo y que no me sentía tan relajado desde hace 6 años. Por lo menos. Pero lo único eterno es el éxito sostenido de Rafaella Carrá.

Cuando uno está de bajona lo justo es dejarse llevar por el estado patético de las cosas. En mi caso, hoy la inercia me ha arrastrado a un breve paseo por el frescor de la montaña. Todo esto aderezado con banda sonora de Wilco, como no podría ser de otra manera para parecer más modernete melancólico. De esos chungos que te dan vergüenza ajena con sus bigotillos de modernete melancólico.

No obstante, me queda alegría todavía para, aproximadamente, 60 años más. Lo que no me queda es caudal de diversión del bono de internet en el móvil. Por cierto, que muchas gracias por leer estas cosas y que intentaré resolver los problemas de navegación que tenga la página. Hoy no, que estoy de bajona.

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Odio los polos

Los de vestir. No tengo nada en contra de los helados. Pero la prenda, ay; hay pocas cosas que entienda menos y que me gusten tan poco. No es que me caigan mal los estereotipos de gente que lleva polos, es que simplemente creo que los percibo como una combinación espuria de una camiseta y una camisa. Un error cósmico en forma de atuendo.

Las camisetas son bonitas. Tengo muchas. Las camisas también son bonitas. Tengo muchas también. Pero me molesta muy hondo que alguien pensara que de la combinación de ambas puede salir algo bello. El resultado es algo necesariamente contradictorio.

Casi tanto como estar orgulloso de dimitir de un cargo público por estar presuntamente implicado en una presunta investigación que intenta clarificar un presunto delito de corrupción. O tanto como decir que se tiene la solución a la crisis económica y no hacer nada para solucionarla. Lo mismo que estar equivocado -o no tener ni idea- y gritar que uno tiene la razón.

Pese a todo, defiendo el derecho a rectificar; no considero necesario reiterar una contradicción hasta el paroxismo. Por eso, listillos del mundo, no más tonterías: seamos consecuentes con nuestras faltas y no intentemos quedar por encima de donde estamos. Por eso, gente de la moda, no más polos.

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Empezar un blog es de gilís

Y más, retomarlo en vacaciones. Supongo que tendré el típico mono de escribir que sientes cuando te ves alejado de la complicada costumbre y compromiso de volcar a toda leche algunos pensamientos en palabras.

De momento sólo he hecho entradas chorras –y muy espaciadas, por meses, en el tiempo- del estilo quésíyquénovoyahacerconesto pero es que no tengo mucho que contar, aunque a lo mejor toda mi corta vida daría para narrar alguna batallita. Para ser sincero, espero que la mayoría de lo que me pase venga de aquí a 40 años. Bueno, 44 por lo de la jubilación y los 67. Después, espero ser uno de esos abuelos rockeros que parten la pana en programas familiares. Confío, de hecho, en ello a tenor de mi pasado de melenas y guitarreo. Estoy haciendo demasiados números en un mismo párrafo.

Por cierto, me da mucha pereza hacer un blog, por si no os habíais dado cuenta. Tengo la impresión de que cualquier memo puede hacerlo y que si yo lo hago seré un memo más. Lo de que alguien me lea o no me resulta tan útil como saber lo que ese “lea” o ese “no” piensen de lo que escribo. Si quiero crear para otros ya tengo un oficio de escribir pero en horario de oficina.

Mi única gesta hasta ahora ha sido acabar la universidad y empezar a trabajar. Me gustaría ganar algo de perspectiva para poder explicaros qué cosas buenas y malas tiene cada cual, así como qué cosas buenas y malas tiene mi vida. Debería también esperar para encontrar un enfoque literario para todas las movidas nimias que me pasan. Pero bueno, ya llegará.

Prometo no ponerme así de panoli muy a menudo; valga, de momento, la mejor de mis intenciones: expresar lo que pienso de vez en cuando. Muy de vez en cuando. Aunque sean chorradas. Aunque siempre sean sólo chorradas.

Me quedan pocos días de asueto, así que intentaré escribir algo en estos cuatro días si me aburro. Retomar un blog en verano es, aparte de una gilimemez, un tedio asqueroso. Mucho más estúpido si lo retomas con otra entrada chorras. Yuhu.

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Novedad

A menudo, enfrentamos la novedad con una mezcla de entusiasmo y escepticismo. Depende de lo cautos o inconscientes que seamos. Lo nuevo, al fin y al cabo, es una expresión más de la vida y de la naturaleza cambiante del lugar que habitamos.

Más allá de lugares comunes y de sesudas reflexiones de boticario que consuela a abuelas con achaques, me gustaría dejar constancia de que las novedades me gustan. Si no, no sería periodista.

Me gusta tanto que vivo instalado en la novedad de ejercer mi profesión desde hace cuatro meses. Tanto, tanto que no he actualizado el blog. Algo que todos sabíamos que iba a suceder. Desde noviembre hasta hoy se han caído las hojas de los árboles, ha hecho frío y ahora ha vuelto el follaje. Y no he tocado ni una tecla. NI UNA TECLA. Olé yo.

He visto, oído y escrito cosas que merecían una reflexión aquí. Pero lo más importante que me ha pasado ha sido la enorme novedad que constituye escribir y que me paguen por hacerlo. No es que haya dejado de perseguir mis sueños, tampoco que tenga un amor desmedido por el dinero, sino que, supongo, he necesitado algún tiempo para ponerme en orden y tal.

Así que ahora, a comentar lo que pasa por ahí. Vaya novedad.

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